libertad

sábado, 24 de julio de 2010

Cubanálisis El Think-Tank ARTÍCULO ORIGINAL PARA EL THINK-TANK DE CUBA ANÁLISIS: Antonio Arencibia, España




Antonio Arencibia, España


CUANDO SE PIERDE EL GENIO Y LA FIGURA



La reaparición pública de Fidel Castro al cabo de cuatro años ha sorprendido a todos, de tal manera que vuelven a ponerse en boga teorías conspirativas sobre las luchas por el poder en el seno de la dictadura, que parecían ya descartadas.



Quien esto escribe no ha sido ajeno a variaciones en los análisis, por lo que ante la “resurrección” del dictador como editorialista en 2007, -más de 70 Reflexiones, mensajes y notas en Granma-, publiqué en estas páginas una valoración de la nueva correlación de fuerzas en el seno del régimen, por la lentitud del desenlace biológico esperado. Ante aquella situación, hubo quien pidió, -por desesperación- un urgente pero imposible Plan Almohada para el Comandante.



Desde entonces, se manejaron diversos escenarios del semi-regreso: el del hermano menor como una especie de criado y recadero; el del Policía Bueno (Raúl Castro) y el Malo (el Castro por antonomasia); o el símil del régimen y la diarquía espartana (dos reyes y un gobierno de ancianos).



Pero se impone cada vez más la idea de que estamos en presencia de una clásica dictadura militar ibérica o latinoamericana en su variante familiar (a lo Trujillo, o Somoza), con la diferencia de que su cúpula comprende la imperiosa necesidad de abandonar un modelo económico inoperante, pero teme a las consecuencias.



Este regreso del Comandante en Jefe a las primeras planas de la prensa mundial ha llevado a diversas conjeturas que El Nuevo Herald resume en tres interrogantes:



¿Estaba Fidel Castro recordándole a todo el mundo que todavía tiene el poder? ¿Estaba aprobando tácitamente la promesa de su hermano de liberar a 52 presos políticos? ¿O era simplemente una forma narcisista de ocupar el centro de la atención?



Sin embargo, para esbozar una valoración diferente no me queda más remedio que repasar en detalle las últimas actividades del viejo dictador.



Empecemos por uno, aparentemente sin importancia. El 11 de julio, después que se decidió el campeón mundial de fútbol, Fidel Castro escribió una “Reflexión” que terminaba con este párrafo:



“He disfrutado mucho los partidos finales de la Copa Mundial de Fútbol y los partidos de voleibol, donde nuestro valiente equipo marcha a la cabeza de su grupo en la Liga Mundial de ese deporte”.



Cualquiera que no conozca su soberbia, desdén y atención a los detalles, le restaría importancia al hecho de qué Castro no felicitó al equipo español al ganar por primera vez el campeonato mundial de Fútbol en vísperas de la salida hacia España del primer grupo de disidentes excarcelados.



El Comandante no desconoce que se trató de una victoria que estremeció literalmente al pueblo español, y que significó una pausa optimista y necesaria favorable al gobierno de Zapatero, en momentos de duro ataque por los partidos de izquierda y de derecha.



Por eso no puedo más que valorar el “detalle” como la reiteración de un conocido estilo del tirano: marcar distancia de las posiciones de su hermano y hacer oposición sorda, por si le salen mal los acuerdos con la Iglesia y el gobierno del PSOE.



Aparte del último párrafo, la Reflexión de julio 11 se centraba en un golpe nuclear norteamericano-israelí contra Irán y Corea del Norte, que según Fidel Castro coincidiría con los partidos finales de fútbol en Sudáfrica.



Ahora, terminado el campeonato, era evidente su erróneo vaticinio, pero Castro le echa la culpa a un funcionario del MINREX que “se durmió” y no hizo copia de dos párrafos de la Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán.



Pero quizás lo más significativo es que “el ex-presidente”, -como gustan llamarlo algunos periodistas extranjeros-, reconoce que:



“A partir de la información que poseía del Ministerio de Relaciones Exteriores, expresé a varios embajadores ubicados en países claves y a cuatro presidentes latinoamericanos que, a mi juicio, a partir del jueves, viernes o a más tardar el sábado, estallaría el conflicto”.



Es decir, que quien “está en retiro” tiene ocupada a la Cancillería del régimen en tareas ajenas a su cometido principal, que se supone sea la coordinación de la jugada internacional de la liberación de los presos en contactos con la de España, el Vaticano y el Departamento de Estado, por vías directas o indirectas.



Además, el “compañero Fidel” escribe directamente a presidentes latinoamericanos (no pueden ser otros que Hugo, Evo, Daniel, y quizás Correa) y, por supuesto, escribe a los embajadores sin consultar con el canciller Bruno Rodríguez.



Por eso me imagino que, debido al error cometido, el funcionario que “se durmió” irá a parar, por lo menos, a Harare, Zimbabwe, a reírle las gracias a Robert Mugabe.



Como la metedura de pata de Fidel Castro fue tan grande, el canciller iraní Manucher Motaki lo desmiente el día 13 en rueda de prensa, planteando que no veía “ninguna oportunidad” de que se produjera una nueva guerra en Oriente Medio, con Irán como blanco de una eventual agresión de EE UU. Y añade esta frase descalificadora que, por supuesto, no ha sido comentada en la prensa oficial del régimen:



“las valoraciones que hace Fidel Castro se nutren de algunas de las fuentes del poder de Estados Unidos“.



Claro que Castro no se va a dar por aludido, y va a levantar gran cortina de humo.



Así las cosas, y casi al mismo tiempo, se organizan o se revelan una serie de actividades públicas en las que participa, y que habían comenzado con su visita no reportada el 7 de julio al Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC).



Esta primera se divulga el mismo lunes 12, cuando se transmite una Mesa Redonda Especial, - y especialmente editada-, sobre el tema de la guerra nuclear, conducida por su periodista particular, Randy Alonso, y que cuenta con la presencia de tres resignados funcionarios que tienen la obligación de glosar las “sabias” palabras del Comandante.



Al día siguiente, martes, visita el Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, y deja a los economistas presentes un comunicado referente a “los graves peligros” de golpes nucleares en el este y el oeste de Asia, y les pide que realicen un trabajo de “Ciencia Ficción” (sic) para que en “los próximos 10 días meditaran y analizaran durante 4 horas diarias” sobre las consecuencias económicas que esto acarrearía para Latinoamérica.



Es decir, no se ocupa, -como su hermano y Ramiro Valdés-, de la situación real de la falta de agua y los atrasos en las inversiones en el acueducto de Santiago de Cuba, sino que sustrae a técnicos de alta calificación de sus tareas para involucrarlos en sus War Games particulares. ¿Quién va a negarse?



En otra salida el anciano fue al Acuario Nacional, y el reportero de Cubadebate describió el show acuático que le ofrecieron en un párrafo que quiso ser poético, pero resultó una alegoría de lo que tienen que hacer los funcionarios del régimen cuando llega Castro a sus centros de trabajo:



…con la ayuda de los entrenadores desde el otro lado del acrílico, las hermosas delfines saludaron varias veces a Fidel creando aros de burbujas y parándose de cabeza.



En su quinta salida, la alegoría arriba apuntada se pone de manifiesto en la reunión de Fidel Castro con 115 embajadores, cuando hace lo mismo que hizo con los economistas: les impone tareas ajenas a su contenido de trabajo.



Entonces, los funcionarios “visitados” tienen que hacer una acrobacia intelectual similar a la acuática de los delfines, “parándose de cabeza”, al deshacerse en elogios ante las babosadas de su amo redivivo, el viejo Comandante.



No hay nada nuevo en esa reunión de la Cancillería, que se está convirtiendo, -como en los viejos tiempos-, en el Ministerio particular del Máximo Líder. Al final, da casi lo mismo que se haya reactivado el parque móvil de Punto Cero y el tirano viaje por Miramar y el Vedado en una caravana de Mercedes-Benz en vez de en ambulancia.



Lo que tiene peso es que lo que hace con su poder indiscutible es actuar como siempre lo ha hecho, planteando tareas absurdas, ajenas a los intereses de sus “camaradas de armas”.



Pero poco a poco, “la tropa” se había ido acostumbrando a un cambio de mando, por lo que cabe preguntarse: ¿Por mucho que sea su disgusto con Raúl Castro, va a aceptar la nomenklatura el viejo yugo impuesto ahora por un orate?



Al lento proceso de consulta obligatoria y auto-impuesta del general-presidente con el hermano en retiro forzoso, se le suma la complicación de la nueva actividad pública del tirano. Todo esto en medio de una coyuntura de compromisos multilaterales en que se pone a prueba la capacidad de respuesta acelerada del régimen a importantes propuestas.



En esta nueva etapa, el genio de antaño del dictador se muestra extraordinariamente deteriorado a los ojos de todos. Su figura multiplicada hasta la saciedad en poses heroicas en infinidad de lugares públicos, es la de quien fuera hace 30, 40 ó 50 años, no la de ese anciano de ojos enloquecidos y castañeteo de prótesis dentales, que se está metiendo otra vez, a diario, en las casas cubanas.



Por eso hay que decir que este Fidel Castro, sin genio ni figura, no requiere de sepultura, porque ya está ausente del mundo de los vivos.



No se puede ni soñar con la supresión drástica de su intromisión por aquellos que pudieran hacerlo. Los “históricos” tienen que aceptar esta pesadilla del orate suelto otra vez, pero como lo conocen bien, van a esquivarlo en lo posible, y redoblarán esfuerzos para hacer lo que se proponen, y al mismo tiempo fingir que lo siguen.



Para la nación, será la recaída en una enfermedad que se creía rebasada, pero sabe que el tiempo la va a curar definitivamente.



El viejo tirano no lo puede admitir, pero lo que lo impulsa aún es esa ensoñación reaccionaria de los ancianos, que se llama capricho. El capricho de querer hacer mover todavía el mundo a su ritmo, sin medir que ni la fuerza ni la mente ya se lo permiten.



El capricho de hacer sentir su voluntad egoísta sobre todo un pueblo, y de joder la pita hasta ese final, cada vez más cercano, en que se le acaben las energías y lo entierren, después de haber dilapidado el genio y la figura.

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